viernes, 22 de febrero de 2008

REGINA PACCINI DE ALVEAR

Iniciando la serie de salón literario creado bajo la inspiración de Marito, de aquí en más el mentor del grupo hago entrega de la primera historia, la inicial de una larga serie...........un ironman literario!!!, es la historia de amor de Regini Pacini, la esposa de M.T. de Alvear ( un poco de demagogia con las ladies del grupo)
Marcelo Torcuato de Alvear era el menor de siete hermanos. Su abuelo, el General Carlos María de Alvear, había sido Director Supremo de las Provincias Unidas.Su padre fue Torcuato de Alvear, primer intendente de la Ciudad de Buenos Aires y su madre fue Elvira, hija del General Angel Pacheco militar destacado de la independencia argentina.
Para el Dr. Félix Luna, según lo escrito en su libro ‘Alvear’, Marcelo durante su época de estudiante universitario se veía como: «... un joven de buena talla, espigado, rostro ovalado, enmarcado por una suave barba (...) un rostro dulce y sin firmeza. Gozaba del prestigio de su apellido y una pequeña fama de chico discreto y divertido. Un buen compañero, un leal amigo. (...) Un ‘pollo’ como se decía entonces.» algo putañero dirian los muchachos del café

A los 25 años tuvo acceso a su primer cargo oficial: Ministro de Obras Públicas con asiento en la ciudad de La Plata. Después vino la frustrada revuelta radical por lo cual las actividades políticas quedaron muy limitadas.
En 1895 fallece Doña Elvira Pacheco, su mamá. Esta muerte significó para Marcelo una gran tristeza que, sumada al suicidio de Alem y a la falta de ejercicio político, provocó en el futuro fundador de la ciudad de Don Torcuato, un sentimiento de profunda soledad. En contraposición a esto, aquel joven de 28 años, se había transformado en uno de los hombres más ricos del país
En 1899 había conocido en Buenos Aires a una cantante lírica, Regina Pacini ,con quien contrajo matrimonio un 29 de abril de 1907, ( la persiguió durante 8 años por toda europa mientras ella cantaba) en la ciudad de Lisboa. Marcelo le regaló el palacio de Coeur Volant, ubicado en una villa cercana a París y allí vivieron, por más de 25 años regresando de vez en cuando a Buenos Aires. Fue en su residencia de Coeur Volant donde recibió la noticia de que en los comicios del 2 de abril de 1922, que lo postulaban como primer mandatario, había triunfado la fórmula del Partido Radical Marcelo T. de Alvear- Elpidio González. En consecuencia viajó a Buenos Aires para ocupar el sillón presidencial hasta 1928.
Fue una época de intenso movimiento inmigratorio y las artes recibieron amplia protección. Durante su gobierno, Buenos Aires fue un centro de atracción internacional. Llegaron al país de visita y en misión cultural hombres de ciencia como Albert Einstein, personalidades políticas como el príncipe Humberto de Saboya y el Príncipe de Gales, entre otros, y escritores como Luigi Pirandello y Keyserling, etc..

Durante la década del ‘30, Alvear y su mujer, se radicaron en el país en forma definitiva, el matrimonio eligió para vivir la Capital Federal y, cuando llegaba el verano, se trasladaban a Mar del Plata.
En 1941 hacen construir la quinta ‘La Elvira’, en la ciudad de Don Torcuato. Para ese entonces Don Marcelo ya no se encontraba bien de salud. Es en este momento cuando decidieron mudarse, para descansar, al pueblo que él mismo fundara en el año 1927, durante su presidencia. Lamentablemente sólo pudo disfrutar unos meses su estancia en la quinta. Murió un 23 de marzo de 1942, a los 74 años. Su esposa continuó viviendo en ‘La Elvira’ hasta su fallecimiento en 1965.
Compañera incondicional de su esposo Regina si antes había brillado en las tablas del mundo, junto a Enrico Caruso, Pablo Sarasate, Scotti y Pini Corsi, luego lo hizo a través de Marcelo donde éste estuviera, sin olvidar sus afanes.
Señal de ello es la Casa del Teatro, ubicada en la Av. Santa Fe al 1200 de Capital Federal, que fue donada íntegramente por ella para que la gente de la escena tuviera un lugar seguro donde concluir sus días. El terreno lo consiguió ella misma, con la intervención de su esposo que en ese año se encontraba presidiendo el país. En el año 1927 se fundó y constituyó la primera comisión directiva, entre los que se encontraba Florencio Parravicini (amigo de Alvear) y de la cual Regina fue Presidenta Honoraria. La inauguración oficial tuvo lugar el 4 de enero de 1938. Actualmente sigue en funcionamiento como así también su sala teatral que lleva el nombre de la fundadora.
Su última preocupación fue el destino del archivo personal de su esposo. Hoy está en manos de la Universidad Di Tella (archivado y cuidado en forma minuciosa), gracias a la intervención del ex-secretario de Alvear, Guillermo D’Andrea Mohr. Para Regina Pacini de Alvear, aquella portuguesa privilegiada con el don del canto, su vida artística se sintetizó en un comentario que hizo cuando aún vivía en Don Torcuato, allá por 1953. «¿Por qué la música agrada a todos? Porque sabe reír con los que están alegres y llorar con los que están tristes».

jueves, 21 de febrero de 2008

REIVINDICACION DE LOS PETISOS

ENVIADO POR MARIO DE ELIAS
Este tiene dos piernas nomas, y hasta son medio cortas, pero miren como corre http://www.youtube.com/watch?v=6roXDygZ3ag es largo, pero miren los ultimos 2 minutitos, te pone los pelos de punta

CUBO MAGICO

APORTE DE LUCAS PETALÁS Jr.
El otro dia Mr. De Elías me contaba que había visto unos videos de como algunos seres solucionan el Cubo de Rubik (cubo mágico, bah) en tiempos impresionantes.
Bueno, encontré este loco que lo arma, no se impresionen, ¡con la napia!
Aquí, el link: http://www.youtube.com/watch?v=pB8XedMowDU&feature=related

Disfrutenlonnnn!!!
Amén.

DIONISO ERA EL REY DEL VINO PARA LOS GRIEGOS

APORTE DE JULIO IANOVSKY
El vino tiene una larga historia y cada botella puede tener la suya, lo que contribuye muchísimo a la fascinación que ejerce esta bebida. Pero su papel en la historia de nuestra cultura es incluso más amplio y más profundo. El vino es una de las primeras creaciones de la humanidad y ha ocupado una plaza privilegiada en numerosas civilizaciones. Por otra parte, representa toda una serie de descubrimientos relacionados con las primeras reacciones químicas efectuadas por el hombre: la fermentación y la oxidación.
Es imposible saber quién fue el primer viticultor. Las grandes civilizaciones de la Grecia y de la Roma antiguas situaban el origen del vino en la prehistoria y rodeaban su nacimiento de leyendas. El antiguo Egipto nos ha dejado listas de vinos: los egipcios mencionaban incluso la añada, el viñedo y el nombre del vinificador en sus jarras: fueron las primeras etiquetas. Los babilonios llegaron a promulgar leyes reglamentando la explotación de una tienda de vinos.
En la Epopeya de Gilgamesh, la primera obra de ficción de la literatura universal, datada hacia el año 1800 a. de C., se habla en términos poéticos de un viñedo mágico formado por piedras preciosas. Es posible hacer vino incluso con uvas silvestres. Gracias a los azúcares concentrados en los granos y a la abundancia de su jugo, la uva es el único fruto con una tendencia natural a fermentar. De este modo, cuando la uva está madura, su jugo entra en contacto con las levaduras, presentes naturalmente en la piel de las bayas. Si el jugo se encuentra en un recipiente, el vino se hará solo.
Es posible imaginarse a un hombre de la Edad de Piedra depositando unos racimos maduros en algún tipo de recipiente —pote de arcilla, bol de madera u odre de piel— y dejándolos fermentar, quizá por haberse olvidado de ellos.
Cuando hace calor, es cuestión de horas. Después de unos días, el líquido obtenido será una especie de vino. ¿Quién fue el primero que bebió ese zumo excitante y delicioso? No lo sabremos jamás, pero él —o ella— vivió posiblemente la experiencia de la primera «resaca». Elemento festivo o de ceremonia religiosa, medicamento o antiséptico, el vino ha desempeñado numerosos papeles. Pero uno de los acontecimientos cruciales de su historia se remonta a fechas relativamente recientes: el dominio del arte de la crianza. El hecho de poder guardar un vino durante años —y conseguir mejorarlo en barricas o en botellas— marca el nacimiento del vino de calidad. Numerosas civilizaciones han considerado el vino como el acompañamiento imprescindible de un banquete. En la época le este mosaico, uno o dos siglos a. de C., los romanos sabían ya qué viñedos producían los mejores vinos.
El primer viñedo Es probable que se produjeran vinificaciones accidentales en todas partes donde hubiese a la vez uvas en estado silvestre y población humana. Un paso muy considerable fue franqueado con el cultivo de la vid. Los arqueólogos pueden determinar si las pepitas encontradas en yacimientos habitados provienen de uvas silvestres o cultivadas. Se han descubierto pepitas de vid cultivada en el Cáucaso, al este del mar Negro. Tienen una antigüedad de unos siete mil años. Así, puede decirse que el primer viñedo fue plantado con toda probabilidad entre los actuales territorios de Turquía, Georgia y Armenia. Sabemos que en esta región, cuyo clima y relieve son particularmente propicios al cultivo de la vid, crecía antaño en estado silvestre
Vino y religión El aspecto esencial de este primer período de la historia del vino es que los griegos de la antigüedad —y a continuación los romanos— le reservaban un importante lugar en sus vidas. Por esta razón, y sobre todo por sus usos religiosos y rituales, el vino se convirtió en un elemento clave de la civilización occidental. Ya en tiempos de la antigua Grecia también los chinos conocían el vino, pero no lo explotaban de forma sistemática. El cultivo de la vid aparece igualmente en ciudades de Persia y de la India, aunque no deja en ellas huellas muy profundas. En cuanto a la América precolombina, sus culturas jamás descubrieron el vino pese a la presencia de vides silvestres y a la existencia de civilizaciones refinadas. La práctica y las creencias cristianas descienden en línea recta de los rituales griegos y romanos. El empleo del vino en forma sacramental está ligado directamente con el judaísmo, pero las similitudes más fuertes aparecen en la comparación con el culto griego de Dioniso, dios del vino, y de Baco, su equivalente romano. Según la leyenda, Dionisio llevó el vino a Grecia desde Asia Menor, la actual Turquía. Hijo de Zeus, Dionisio tuvo un doble nacimiento, uno humano y otro divino (el mito es bastante oscuro, al menos para nosotros), y en el primero su madre era una simple mortal, Semele. Este dios era la vid y el vino era su sangre.
LOS DIOSES DEL VINO Dioniso era el dios de la vid y del vino, aunque muchos otros, con leyendas análogas, aparecen en las más diversas civilizaciones con notable regularidad. Una inscripción del año 2700 a. de C. menciona a la diosa sumeria Gestín con el significativo nombre de (<> negro y aterciopelado». Naturalmente ya se sabía criar y mejorar el vino. Comenzaba la era de los vinos de calidad. Se atribuye generalmente a Arnaud de Pontac, presidente del parlamento de Burdeos hacia 1660, el mérito de haber inaugurado esta búsqueda de la calidad. Propietario del Cháteau Haut-Brion, se puso a producir un nuevo tipo de vino empleando métodos que más tarde serían corrientes: bajo rendimiento, selección esmerada, rigor en la vinificación y añejamiento en bodega. El objetivo era evidentemente crear una reputación que justificase un precio elevado. En Londres, los vinos de Haut-Brion llegaban a triplicar el precio de otros buenos vinos. En una generación, otras denominaciones bordelesas —con Latour, Lafite y Margaux a la cabeza— se habían incorporado a esa corriente. Los refinamientos se sucedían: selección de las mejores variedades, drenaje de. los viñedos, precisión creciente en la crianza y en las operaciones realizadas en la bodega. Empezaron así a producirse vinos finos en grandes cantidades. Francia tuvo que esperar la revolución industrial para que la producción de vino de mesa alcanzase un volumen equivalente. El desarrollo de las ciudades, en las que la población obrera no cesaba de crecer, fue el factor que multiplicó la demanda de vino barato. El ferrocarril permitió satisfacerla —gracias a los amplios y soleados viñedos del Midi.
Las plagas de la vid
Precisamente en el Midi francés apareció por vez primera, en 1860, la más devastadora de las plagas de la vid: la filoxera, un pulgón del tamaño de una cabeza de alfiler que provocaba la muerte de la vid al nutrirse del jugo d sus raíces. Había llegado accidental mente de América del Norte cuando los barcos de vapor comenzaron a atravesar el océano lo bastante rápido como para que el parásito, presente en las plantas importadas, pudiese sobrevivir al viaje. Toda Europa se vio afectada: casi ninguna vid pudo escapar de la plaga. Al cabo de cuarenta años de estragos se encontró la solución: las vides injertadas en pies americanos eran inmunes. Pero la filoxera no fue el único problema: dos enfermedades, el oídio y el mildiu, atacaron las viñas europeas en la misma época. En muchas regiones de Europa, numerosos viñedos arrasados por la filoxera nunca se han vuelto a replantar.
El gran desarrollo del siglo XX
Es innegable que el mundo del vino tuvo que dedicar una buena parte del siglo XX a reponerse de la crisis atravesada en la segunda mitad del XIX. Después de la Primera Guerra Mundial, el consumo europeo alcanzó nuevos récords, pero el vino, procedente del Midi francés, de La Mancha o del norte de Africa, era mediocre. Incluso los grandes vinos —de Burdeos, de Borgoña, del Riny del Mosela— se vendían a bajo precio: sus consumidores, en otro tiempo prósperos, se habían visto afectados por las guerras y las crisis. Los viñedos más favorecidos fueron los del Nuevo Mundo: al oeste de Estados Unidos, en Australia, en Sudáfrica y en Nueva Zelanda, inmigrantes llegados de Europa plantaban en suelos vírgenes para aplacar la sed de otros colonos.
La búsqueda de autenticidad
Los esfuerzos llevados a cabo para superar las consecuencias de la filoxera y las crisis económicas incluyeron el desarrollo de la legislación vitícola. Se intentaba también combatir el fraude: vinos ordinarios etiquetados bajo grandes nombres, vinos adulterados, etc. De esta forma nació el sistema francés de denominaciones de origen (AOC) y las reglamentaciones que se han inspirado en él, aunque sea parcialmente, en casi todo el mundo.
Los tumultos protagonizados por los viticultores de Champagne en 1911, debidos a los bajos precios de sus vinos, constituyeron el episodio más señalado de una larga serie de protestas. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno francés aprobó la mencionada AØC, que se convirtió a partir de ese momento en un sistema de garantía de autenticidad. Variedades, límites territoriales, métodos de poda: todo está reglamentado.
El descubrimiento del control
La ciencia empezó entonces a desempeñar un papel importante y se desarrollaron programas de investigación sobre la vid, la fermentación o la crianza en bodega. Con el conocimiento llegó el control: los rendimientos se hicieron mucho más previsibles y elevados. Paralelamente, el consumo de vino se convirtió en un fenómeno que se puso de moda en el mundo entero. Los viñedos famosos consiguieron estar a la altura de la demanda gracias a excelentes y abundantes vendimias (la década de los 80 fue particularmente notable en este sentido). Por otra parte, los mejores vinos del Nuevo Mundo comenzaron a rivalizar en calidad con los mayores clásicos europeos. Para los productores, el fin del siglo XX marca un período de prosperidad; para los aficionados al vino, una edad de oro, con abundancia de buenos vinos a precios relativamente razonables. Las víctimas de esta evolución son sin duda los productores de vinos baratos. Sin duda nuevos países productores van a acceder a un mercado en buena medida saturado. Las técnicas actuales permiten mejorar rápidamente los vinos de las regiones menos famosas, como lo demuestran los resultados de las inversiones realizadas en el Languedoc-Rossellón. Para el consumidor, el porvenir inmediato promete vinos mejores y mayores cantidades. En cuanto a los productores, se verán enfrentados a un duro reto por la competencia internacional.
Fuente Consultada: LAROUSE de los Vinos